Cuando hablo de inocencia interrumpida, no me refiero
a la famosa película de Angelina Jolie con Winonna Ryder. Aunque debo reconocer
que la película me encanta, y muchas cosas suceden así en la vida real.
Pero no. Aquí no hablaré de cine, sino de cómo
interrumpieron mi inocencia. Con 13 años y unas crisis existenciales tremendas,
ya en manos de psicólogos y con indicios de una anunciada anorexia que
comenzaba a asomarse, conocía a Luis, una persona que me marcó a fuego. 17 años,
rubio, ojos verdes y el chico nuevo, el “boom” del pueblo. Qué más podía pedir?
Para mí era perfecto. Nos pusimos “de novios” casi enseguida. Duramos un mes.
Con 13 años, mi primer gran fracaso amorosa. Me dejó por otra, que no era la
gran cosa, y a mi criterio, bastante fea. Igualmente hoy comprendo que no es
así. Siempre, hasta ahora, las personas que entablan cualquier tipo de
relación, sexual o amorosa, tienen para mí el rótulo de “feas”. La cuestión es
que me dejó. Y punto. Eso alcanzó para que pasara noches llorando por él.
Tres meses después nos fuimos de campamento. Yo tenía
contacto con él todos los días, su hermana era mi mejor amiga. Entonces, en un
campamento al campo coincidimos su hermana, su amigo, él y yo. Y allí pasó lo
que no tenía que pasar. Mi primera relación sexual. No me arrepiento, para
nada. Hoy por hoy, muchos me juzgarán de puta por mi temprano debut sexual. No
me importa.
Tuvimos varios encuentros después de éste. Él seguía
con su novia, quien aprovechaba cada oportunidad para marcar su territorio. Yo
disfrutaba sabiendo que por mí ella era guampuda. Pero en mi soledad, me sentía menos. Aquel
amor secreto y prohibido… No sé por qué, siempre me atrajeron las relaciones
“complicadas”.
Un tiempo después ellos se dejaron, y él pasó a ser mi
novio. Mi psicóloga aconsejó a mis padres que debían aceptar la relación, ya
que esto ayudaría a forjar mejores vínculos. Qué equivocada estaba…
Fue mi novio durante casi tres años, contando desde
nuestro primer encuentro, en abril de 2002. No puedo enumerar todos los
momentos que pasé, buenos y malos. Conocí por él el mundo de la marihuana, en
muchos sentidos. Comencé a juntarme con gente que consumía a diario, con gente
que sólo lo hacía de vez en cuando y estuve en reuniones donde un porro ocupaba
el lugar del mate. También conocí la venta, sacaron un muy buen dinero de una
simple piedra. Lo único que me faltó conocer, fue el cultivo. No hubo
oportunidad, aunque lo intentaron.
Si consumía? He fumado un par de veces. Y es entonces
cuando no entiendo a quienes consumen. El efecto no es grandioso. Tal vez es
porque soy rara, pero a mi “no me pega”.
También conocí el enganio, y con una amiga! Desde eso,
nuestra relación nunca fue la misma. Antes eramos como en la canción de
Aerosmith, “Partners in Crime”, y hubiera sido siempre su fiel companiera. Pero
si un florero se cae al piso, se rompe. Si se rompe, lo podemos pegar. Pero
nunca será el mismo, quedarán las grietas al pegarlo y será ahora mucho más
sensible. Intenté todo para mejorar la relación. Hasta estuvimos separados un
tiempo, y después el había “cambiado”.
Pero sin duda, la culpa la tenían mis padres. Eso era
obvio. Por eso, intentamos buscar un bebé. Era mágico, la solución a todos los
problemas! Si yo quedaba embarazada, nos íbamos a casar y a vivir juntos por
siempre. Qué irónica y estúpida es la vida! O mejor dicho, qué irónica y
estúpida fue mi manera de mirar la vida!
La cuestión es que quien yo creía era mi príncipe
azul, era quien estaba cavando mi tumba. Después de un intento de
autoeliminación, al que dedicaré un espacio a su debido tiempo, recién
cumplidos los 16 años, un profesor reconocido de la facultad de psiquiatría
diagnosticó que mi problema era por él. Si me preguntan sobre esa conversación
o entrevista, no me acuerdo mucho… Pero la conversación fue algo como “nombre” “edad”
“qué cosas te gusta hacer”, etcétera.
En fin, allí termino todo. Pero ya era tarde… Mi
inocencia, había sido interrumpida.